9.06.2016

Fiesta




Mis amigos me han abandonado en los peores momentos. Mi familia lo hizo justo cuando les reclamé por mi primera lágrima. A las mujeres -todas- he sido yo quien las ha dejado a la primera de sus mentiras, a todas, menos a una, a la que más he querido, y todo porque prefirió morir antes que estar conmigo. Miento, murió porque así ella lo quiso. 




Después de eso lo único que me quedó del camino es el trabajo que antes me gustaba. Ser preciso, dedicado, intuitivo y curioso. Aprendí a ver, a pensar en cómo las cosas tienen un funcionamiento exacto dentro de una generalidad. Conocí el significado del color blanco y sus propiedades más excéntricas. He trabajado con el significado semántico del rojo y de la palabra fuego. El negro siempre me ha provocado, lo considero un irreverente que juega con mi metabolismo porque en momentos es nostalgia que de repente cambia a furia o a silencio y, sin embargo, siempre lo visto. Lo material, aunque siempre lo he tenido, nunca me ha importado; he tomado la decisión de olvidar el valor del dinero y lo que se adquiere con él. Porque las riquezas son para los pobres, para los mediocres simplistas que se dan el lujo de vivir en un mundo de elección, me digo.




Y así, todo lo voy llenado con abandono de mi presencia. Con cada respiro, con cada luna llena y con adioses que nunca digo. Pero que no se tome como cobardía, inestabilidad o falta de interés, porque eso nunca. Juro por todos los dioses que duermo en plena lucha, cansado, con la agonía como enemigo mientras toco cientos de puertas que, sé perfecto, nunca abrirán. Y es que es muy probable que todo esté en el lugar equivocado aunque por momentos soy yo quien cree no pertenecer a sitio alguno. Lo más probable es que tenga el cuero enfermo por ser tan sensible. Vomito desaires y me trago groserías. Porque yo no soy quién para descongelar, enfriar o templar a nadie. Y aunque haya nacido fuego hoy siento que me extingo como tantas veces, como siempre.




No porque la derrota esté teñida en mi estandarte significa que me he acostumbrado y que es parte de mí. Porque yo sigo, así, igual de intolerante a la traición, al robo hormiga de mi sangre, a la sensatez de esos niños que juegan a ser viejos pero que no son más que pútridas personalidades ofensivas e ignorantes de quien está a su lado compartiendo el oxígeno del paisaje. No. Prefiero huir del ataque, del cambio ajeno. Prefiero perderlo todo como siempre. Prefiero convivir con la mudez de mi sobra, con el conflicto de ideas que nunca están de acuerdo. Prefiero pensar en lo pudo haber sido. Porque nadie está para tolerar nada, ni siquiera yo, y eso, justo es nuestro regalo.






Feliz cumpleaños a mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario