8.29.2015

Simbolismo



Yo no soy un hombre de señales, pero sí lo soy de símbolos. Pongamos que mis axiomas no son sino preposiciones que parten de la estadística, el sentido común, la observación y la probabilidad. Sin embargo, humildemente acepto que no lo sé todo ni que tengo todos los datos sobre un hecho dado. Por ejemplo, hace unas noches llegué a mi casa y lo primero que hice fue textear un mensaje dirigido hacía una persona por la cual yo había estado preocupado todo el día. En mi casa, por elegancia, minimalismo y pobreza casi no hay nada: ni sala, estantes, horribles muebles de cocina, libreros, nada. Casi todas y las pocas cosas que tengo viven a ras de suelo, incluso yo cuando ahí pernocto. Y sí, así somos felices. Aclaro que los únicos objetos que rebasan los sesenta centímetros de altura son una mesa y yo cuando estoy de pie. Como sea, decía que llegué, escribí y envié un mensaje. Después me senté en la mesa y esperé. Mientras me dediqué a observar mi espacio: libros, hojas, cables, un plato, dibujos, dos plátanos, un pájaro… ¡Mierda!, ¡un pájaro! Revisé si algún vidrio de las ventanas estaba roto, pero nada. Lo mismo hice con la cerradura de la puerta y lo mismo: nada. Digo, en estos tiempos uno nunca sabe si los pájaros ya saben violar cerraduras… Entonces, casi siempre, y para que no apeste a humanidad, dejó abiertas las tres ventanas de mi casa y supongo que por ahí fue por donde entró el pequeño extranjero. Era uno de esos pájaros normales de ciudad, de ésos que son gris con café y que siempre andan por ahí. Lo vi y él me miró sin casi ningún interés y como de puro reojo. Parecía que estaba más entretenido mirando cómo pasaban los autos por la calle. Pensé en ofrecerle algo, pero supuse que el whisky no era parte de su dieta de pájaro. No yo estaba borracho ni drogado ni nada, aclaro. Sin embargo, me sentí nervioso y preocupado por él. La piedra me comenzó a girar y girar y girar con un sin fin de pensamientos que intentaban hacerme comprender: ¿Y si siempre ha estado ahí y nunca lo había visto?, ¿y si es Dios disfrazado?, ¿y si soy yo y él es mi mero reflejo?, ¿y si es “L” que ha reencarnado y me viene a dar la serenata que nunca me dio en vida?, ¿y qué tal que los pájaros han decidido invadir el mundo y apoderarse de él?, ¡¿y qué tal que es la muerte que por fin se ha dignado a visitar mi humilde morada y yo en estas fachas y pensado pendejadas?!… Ya no alcancé a formular la siguiente pregunta porque el teléfono sonó. Y no es que sea miedoso, pero el silencio abierto de dos en dos por un fuerte sonido de locomotora me hizo brincar y al pájaro volar. Se estrelló contra la ventana, luego contra el muro y cayó al piso junto a todas las otras cosas. Ya no sé veía tan estoico como al principio, estaba despeinado y me crean o no, logré ver miedo en su mirada. Para que no volara de nuevo y se hiciera más daño le arrojé un suéter encima. Ya no intentó volar. Así y con todo y el trapo lo puse en la ventana abierta por si tenía la intención de irse, pero nada, regresó a su posición contemplativa. No se veía muy bien, así que le dije que en mi casa estaba prohibida la muerte, que si quería se podía quedar a vivir para siempre, pero que eso no iba mucho con su naturaleza. Le quise dar su espacio, así que tomé el teléfono y me fui a mi recamara. Era ella quien había marcado, y en ese momento lo entendí todo: no más turbulencia al viaje. Apagué el teléfono y salí a ver cómo estaba mi nuevo inquilino, pero ya no estaba. Ahora tan sólo espero que siga por ahí dandole señales a otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario