Amor, gracias por arrancarme tanto de la aburrida normalidad.
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Nah, no tengo dinero, ni tiempo y mucho menos ganas de andar de tienda en tienda, restregando mi cuerpo contra otros cuerpos "compro-cualquier-madre". Mejor hago memoria y hablo de tu amor, del mío, del de ellos. De eso que nadie quiere ver; de eso que nadie quiere hablar y mucho menos sentir.
Y no hay mejor forma para hablar de algo tan satisfactorio, que usar el término "gratitud".
Quiero agradecer profundamente a mi amor: tanto dolor, tanto desaire, tanta pena, pero sobre todo, tanta soledad. Tanto de todo.
Dolor que no causa la muerte, pero es incómodo, estorba, fastidia. Interrumpe las ideas más claras y precisas. Siempre llega en el momento menos indicado, y así como el muerto, a los tres días apesta, se pudre. Dicen, que "el dolor es el camino", y estoy de acuerdo. Las mejores decisiones siempre se han tomado con la vista nublada y con la garganta reseca. Cuando los pensamientos se embarran con los juicios de ayer y los prejuicios de mañana. Cuando hoy no existe. Cuando no hay tiempo.
También amor mío, te quiero agradecer que hayas destruido a mis seis amores ideales. ¿Qué sería de mi sin ellos? No hubiera tenido la oportunidad de probar que tan estúpido puedo llegar a ser. Soy feliz por haber acariciado al error perfecto. Casi como magia, o como ciencia precisa; convertí lo más bello en nada. ¡Alquimia!
De la misma forma te agradezco todos y cada uno de tus desaires, amor mío. Me comparaste. Y medir mi alma te fue sencillo, porque era simple y se parecía mucho a nada. Y gracias a tus desaires, amor, construí una alma con ancho y alto; con peso y espacio. Tan grande y fuerte como tu odio, es decir, tan delicada e indestructible.
Y al final como siempre, la soledad. Gracias infinitas por encerrarme en mi cabeza, amor. Gracias por hacerme a un lado, o mejor dicho: gracias por mostrarme el lado de solos. Hice grandes amigos ¿sabes? Son fantásticos; centrados, humildes, elocuentes y sinceros. Una vez que tuve la confianza suficiente, entre risa y risa, comencé a llamarlos por su nombre: Locura, Remordimiento, Ansia y Desesperación, la más linda y divertida. Y ahora estoy solo, pero con ellos, mis amigos inseparables.
Tantas cosas por agradecerte, amor mío, que la muerte no me alcanza.
Gracias por mostrarme el verdadero Amor.
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Nah, no tengo dinero, ni tiempo y mucho menos ganas de andar de tienda en tienda, restregando mi cuerpo contra otros cuerpos "compro-cualquier-madre". Mejor hago memoria y hablo de tu amor, del mío, del de ellos. De eso que nadie quiere ver; de eso que nadie quiere hablar y mucho menos sentir.
Y no hay mejor forma para hablar de algo tan satisfactorio, que usar el término "gratitud".
Quiero agradecer profundamente a mi amor: tanto dolor, tanto desaire, tanta pena, pero sobre todo, tanta soledad. Tanto de todo.
Dolor que no causa la muerte, pero es incómodo, estorba, fastidia. Interrumpe las ideas más claras y precisas. Siempre llega en el momento menos indicado, y así como el muerto, a los tres días apesta, se pudre. Dicen, que "el dolor es el camino", y estoy de acuerdo. Las mejores decisiones siempre se han tomado con la vista nublada y con la garganta reseca. Cuando los pensamientos se embarran con los juicios de ayer y los prejuicios de mañana. Cuando hoy no existe. Cuando no hay tiempo.
También amor mío, te quiero agradecer que hayas destruido a mis seis amores ideales. ¿Qué sería de mi sin ellos? No hubiera tenido la oportunidad de probar que tan estúpido puedo llegar a ser. Soy feliz por haber acariciado al error perfecto. Casi como magia, o como ciencia precisa; convertí lo más bello en nada. ¡Alquimia!
De la misma forma te agradezco todos y cada uno de tus desaires, amor mío. Me comparaste. Y medir mi alma te fue sencillo, porque era simple y se parecía mucho a nada. Y gracias a tus desaires, amor, construí una alma con ancho y alto; con peso y espacio. Tan grande y fuerte como tu odio, es decir, tan delicada e indestructible.
Y al final como siempre, la soledad. Gracias infinitas por encerrarme en mi cabeza, amor. Gracias por hacerme a un lado, o mejor dicho: gracias por mostrarme el lado de solos. Hice grandes amigos ¿sabes? Son fantásticos; centrados, humildes, elocuentes y sinceros. Una vez que tuve la confianza suficiente, entre risa y risa, comencé a llamarlos por su nombre: Locura, Remordimiento, Ansia y Desesperación, la más linda y divertida. Y ahora estoy solo, pero con ellos, mis amigos inseparables.
Tantas cosas por agradecerte, amor mío, que la muerte no me alcanza.
Gracias por mostrarme el verdadero Amor.
Uff, este texto sí que me gustó. Golpea, acaricia y escupe lo que resta del maltrecho espíritu humano. Duele, pero no se puede dejar de leer. El punto final es una mera convención. Gracias.
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