1.11.2013

Lucas...

Un loquero dice que los locos no están locos del todo. Que casi siempre, los que están locos son los locos que rodean al loco. Y sí, le creo.

La verdad, desconozco el motivo de mi presencia en esa sala de espera. Rodeado de locos por todos lados; a la izquierda, a la derecha, y de frente, periféricos, pues.

La loca de la izquierda era muy guapa pero muy mocha. Se cubría los senos, se cubría las piernas y al final, se cubrió la cara. Pero olía muy bien, a loco recién bañado.

A la derecha, eran más. Una bonita familia de locos; mamá, papá, hijos y gata. Todos gritaban y unos a otros se callaban. Menos la gata.

¡Ah! de frente, lo peor. Dos guapos veinteañeros de esos "mireyes". Vestidos igual pero con colores diferentes. Mismos zapatos, mismos calcetines, mismo celular y misma voz de idiota. Gritando a gritos en su intento de hablar: "qué la fiesta estuvo rebuena", "qué no tengo sueño", "que a qué buena fiesta", "qué vamos a cuerna, buey".

Todo acabó pronto. La güera del escritorio pronunció mi nombre una vez, dos, a la tercera me puse de pie y le dije: "creo que acaba de salir, lo voy a buscar"

Salí, prendí un cigarro y me eché a correr.

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