1.12.2013

Recuérdame




Soy una y soy muchas. Soy maja, larga, flexible. Soy ruidosa, escandalosa y silenciadora. Soy distancia, medida y forma. Soy teoría, hecho y deshilacho. Soy inicio, soy fuga y soy fin. Soy la cuerda que vibra, que cavila y que ahorca.


Ser un elemento trascendente en la historia no ha sido algo arduo. Nací cuando la evolución obligó al dedo pulgar a rotar de manera angular. Nací junto con la invención de la reacción exotérmica que entre otras cosas, resulta en combustión, cocción, protección y conjunción. Soy hija del homo sapiens. En algunos lugares no muy lejanos de la civilidad, sigo siendo lo que liga al hombre con su propiedad; a veces ato bestias, a veces logros, a veces mi existencia rodea las mismas articulaciones de los mismos hombres. 

En momentos imprecisos de tiempo y forma, pero no de nombre, he sido el vehículo de las palabras de ira, de galanteo, de invasión, suplicio e incluso, de silencio cuando la naturaleza o un fatal accidente así lo deciden. Admito, que ser cuerda con el agregado vocal, en circunstancias extremas es comprometedor; ser parte de los conjuntos: “Garganta de Callas”, “Garganta de Caruso”, etcétera, requiere de un valor estoico, de un compromiso y disciplina únicos. Pero así también, ser parte de los miles de conjuntos mudos que nunca pronunciarán la palabra “mamá”, por ejemplo, ha sido embarazoso. 

En el mundo de la música, mi objetividad puede ser mas estable y elegante. Puedo ser de oro, de acero o de tripa. Pero mi constitución es lo de menos; puedo estar sostenida por un par de manos prodigiosas, puedo hallarme como parte fundamental de verdaderas antigüedades construidas con láminas de maple duro, puedo pisar, -si la expresión lo permite- muchos grandes lugares para pocos favorecidos. Pero ni el prodigio, ni la madera fina y menos los sitios que se izan como injuria a la naturaleza, han podido detener la expansión de mis armónicas vibraciones. Reboto contra las cajas de diseño, corto el aire, inundo el espacio tan invisible como yo, busco absolutamente todos los recovecos donde puedo entrar sin permiso ni consenso. Mi resultante, usurpa los estados anímicos más complejos, más educados. Como el más facultado profanador de sepulcros aparentemente vivos; las ideas no significan barrera y, es entonces cuando provoco eso que llaman sentir. 

A veces presiento que mi nombre, forma y esgrimo, han sido usados de maneras tan contradictorias como insultantes. Me han incluido en el terror del capturado, me han obsequiado a las manos infantiles que no pierden la oportunidad de azotarme contra el asfalto, el pasto o el empedrado una y otra vez; “brinca la cuerda, yo ya la brinqué… bríncala de nuevo, yo ya me cansé”. Como adjetivo rústico para las féminas apegadas a la convención de dama. O como tema fundamental de la teoría más reciente de la física, donde absolutamente todo el Universo está hecho sólo de cuerdas mini microscópicas; 

Infinitos puntos vagos suspendidos en el espacio que oscilan en búsqueda de identidad, motivo, su razón de ser, de existir, estorbar o por lo menos una ridícula razón para que morir se erija como un monumento a la vida del suicida. Pendiente de las través capaces de soportar más de su peso. En oscuros rincones, en patios sucios y amplios. En altas y desoladas cimas rodeadas del silencio discreto, o en el centro de plazas públicas, atiborradas de morbo, pesar y justicia. Siempre colgando desde la cumbre de todo, siempre donde los puntos de fuga convergen, donde se hacen uno, donde el único paralelismo que concurre, es entre el antes y el nunca más. Y a pesar del tiempo mi costumbre no se acostumbra. Quién se digna de ser un asesino; quién celebra ser un útil de muerte; quién nace, entre otras cosas, para terminar: Yo, entre otros. Aún así, existen amplios espacios entre un vulgar objeto de muerte y mi asfixiante efecto. Siempre seré parte de la gastada escenografía del patíbulo repetible y constante, seré la última advertencia, la última caricia, seré el asistente de tu último latido, de tu último aliento, sentiré como es que tu temperatura disminuye hasta el cero, hasta el principio. Seré el último objeto que por inanimado, sea el único capaz de contemplar el fin de todo. Seré la evidencia y el registro imborrable de una vida finita pero certera. 

Quién lo diría: una cuerda como paradigma de todo.

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