1.15.2013

No vuelvo a cenar pesado

No podía dormir pero soñé que tomaba una pastilla rara y me la pasaba con medio litro de anticongelante, es que hacía frío. A los veinte minutos me comenzó a doler el sudor, mis ronquidos me taladraban el cerebro y mi respiración se entrecortaba, disminuía y aumentaba. Me dio miedo. Sabía que no eran horas, pero tenía que ir al médico. Me revestí y salí. Como no tenía dinero tuve que pasar a un cajero automático y de Red.

—Buenas noches, seleccione la operación deseada: “lectura de tarot, presione “A”; Revisar la cartelera de teatro, presione “B”; Jugar tetris, presione “C”; Alguna otra operación, espere justo aquí a un ejecutivo. Gracias. 

—Mierda, mierda, mierda y mierda —dije mientras mi odio y desprecio se concentraban en mi codo diestro, que terminó estampándose en la amable pantallita: ¡Zaz!, ¡crash!, ¡putsgr!

—Buenas noches, caballero, ¿en qué lo podemos ayudar? —me preguntó el ejecutivo.

—Pues primero, en quitar a todas estas máquinas chistosas de mi vista, después, en darme mi dinero. Estoy muy enfermo y tengo que ir al médico.

El ejecutivo tomó asiento en su escritorio cubierto con teclas de puros números. Y comenzó a tocar por todos lados, parecía un pianista, pero feo. 

—3,1,7,9,1, cash, ting. 6,0,3,1, cash, ting. 4,6,2,9, cash ting. Lo siento señor, los datos indican que su estado económico es muy grave. Por favor, pase con el gerente. Es un médico buenísimo. 

—Ay, no mames. Por eso nunca vengo al banco.

—Buenas noches, señor, por favor, tome asiento. Lo que le tengo que decir es difícil. El último estudio que realizó mi compañero, nos indica que su situación financiera no goza de buena salud, de hecho, tiene cáncer, ¡ta-taan! Pero no se preocupe, porque yo, su servidor, tengo un doctorado por la universidad Thomas Alva Edison, sobre la resucitación económica a partir de las buenas vibras inducidas por los impulsos eléctricos del sistema nervioso. Y, considerando lo inestable de su situación, es un caso óptimo para el ejercicio. Por favor, lo molesto si pasa con mi atractiva y sexy asistente. Gracias.

—Ay, no mames. Bola de payasos. Por eso nunca vengo al banco.

—Hooooolaaaa, cómo estás, bebéeeeeeee —susurró en mi nuca la ¿sexy asistente? —por favor, desnúdate y toma asiento, esto no tardara mucho.

—¿Me puedo dejar las botas puestas? Es que hace frío. 

—Claro, corazón. Lo que necesites para sentirte cómodo.

Cuando me senté con las nalgas a pelo, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Tenía miedo, la idea de miles de culos sentados en la desnudez de aquella silla, me produjo asco. Pero todo quedó en el olvido cuando la sexy asistente se paró frente a mí, me miró através de las pequeñas rendijas que dibujaban sus ojos y me dijo “la vas a pasar bien”. Primero me cacheteo con una teta, ¡zaz! luego con la otra, ¡plac! Me jalaba con fuerza el cabello mientras me arañaba y mordía. Me restregaba todo su cuerpo con la intención de asfixiarme. Y decidí pelear. Tomé su teta derecha y se la clave en el ojo izquierdo. Luego la otra en el otro. Para contener sus mordidas asesinas, tuve que hacer un nudo de marinero con el cabello de su pubis y de su cabeza, para mantener su boca abierta y poder meter una de sus manos, en ella. Vi su mirada de desconcierto, creía que yo era como todos, pero ah, no. Hoy no era como todos. En ese momento entendí que todo aquello ya no era normal, pero estaba muy excitado y eso produjo una fuerte corriente eléctrica que terminó con la silla, sí, era la silla eléctrica y ella, su verdugo. No lo pensé más y salí corriendo, así, nomás con las botas puestas.

Me desperté con una idea en la cabeza: la mentira. Todos mienten y todos lo hacen a su forma, conforme a su oficio o profesión. Los que escriben mienten con letras y palabras, los médicos con diagnósticos, los contadores con números, las secretarias con piernas y faldas, los chóferes con caminos y direcciones, los pintores con colores y formas, por ejemplo. 

Imbéciles, todos son como prismas transparentes con puntos ciegos, que desconocen la existencia de maniáticos que ven de reojo donde nadie mira. ¬¬

No hay comentarios:

Publicar un comentario